El recuerdo de Isabel que nos queda es el de una mujer con una conciencia, dignidad y valores como pocas. Inasequible al desaliento pese a los golpes que la vida le iba dando, que no fueron pocos.
Ante todo ello, sólo pudimos darle todo nuestro ánimo y apoyo para ayudarla a superarlos. Y al final, la enfermedad venció. Pero nunca nada, ni nadie, le hizo doblar la rodilla.
Personas así son el faro que nos ilumina y anima a los demás a seguir adelante defendiendo los valores que ella representaba. Y si de algo estamos seguros es de que siempre estarás con nosotros.
Salud, memoria y que la eternidad te sea leve, Isabel.
José Luis Zueco
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